lunes, 8 de abril de 2013

Yume Uru Futari (Dreams for sale)


 “Yume uru futari” (Dreams for sale) ha sido uno de los títulos recurrentes en varios de los listados de lo mejor del cine japonés del 2012. Miwa Nishikawa (Dear doctor) nos trae esta vez la historia de un matrimonio a los que las circunstancias les llevan a convertise en estafadores, algo que le sirve a la directora para radiografiar la sociedad japonesa a través de unos personajes en los que la culpabilidad, el recelo, la ambición y, por qué no, la soledad y los canones sociales, toman el foco central.

Kanya y Satoko, un matrimonio que lleva un pequeño restaurante, pierde su negocio en un incendio. Acuciados por el fracaso, ella comienza a trabajar para poder abrir en un nuevo local, pero él se da a la bebida, algo que le lleva a pasar la noche con una clienta del restaurante, en un mal momento personal. Su amante ocasional, emocionada por la historia de fracaso de él, le da dinero para reponerse.
La indignación inicial de Satoko se convierte en una idea de negocio: conseguir el dinero para el nuevo local de mujeres solitarias.

Miwa Nishikawa es toda una experta en reflejar la sociedad japonesa a través de la falsedad de sus personajes, unas veces de manera más amable o simpática que otras. Ya sea la hipocresía de la propia unidad familiar de “Wild berries”, de la historia criminal de “Sway”, de ese falso médico de “Dear doctor”, o en este caso de una pareja de estafadores accidentales.

La directora nos trae esta vez un drama en el que las circunstancias arrastran a la pareja protagonista a comenzar a “tomar prestado” el dinero de mujeres solteras a través del engaño, algo que les lleva a una espiral de dinero fácil por su propia ambición. La situación, en la que la esposa le marca los objetivos a su marido, que comienza relaciones sentimentales con sus víctimas, por supuesto tendrá consecuencias tanto en su propia moral, como en la relación de la pareja, en que la distancia y el recelo también aparecerán.

Nishikawa, que trabajó durante varios años en la historia entrevistándose con mujeres víctimas de este tipo de estafas, va hurgando sobretodo en el deterioro de la relación de la pareja. Desde el entusiasmo tras su desgraciada pérdida de su restaurante, hasta la primera decepción por una infidelidad casi accidental, y desde ahí un auténtico viaje moral al infierno para ambos.

El guión es sensacional, y muestra perfectamente la progresión de las emociones de los protagonistas: él se muestra orgulloso cuando recibe su primer fajo de billetes de una mujer después de pasar una noche con ella, de manera imprevista; la indignación inicial de ella se convierte en la visión de una oportunidad de conseguir dinero fácil a través de proporcionar los “sueños” de matrimonio del título. Pero poco a poco él se va sintiendo más y más a gusto en su nuevo papel a pesar de algunos ataque de ética, proporcionando consuelo a mujeres solitarias, y consiguiendo prácticamente nuevas vidas, mientras que ella se sentirá cada vez más sola, llenándose de rabia por haber instigado a comenzar ese nuevo estilo de vida.

También vemos el otro lado, el de las víctimas, desde cuatro de ellas: una escritora solitaria, una profesora levantadora de pesas, una prostituta endeudada, y una joven viuda. El personaje de Abe calma aconsejado por su esposa las carencias de cada una de ellas, ya sean emotivas o físicas, involucrándose en sus vidas hasta sacarles el dinero.

Takako Matsu (Confessions) brilla con luz propia en una nueva interpretación impresionante, llena de matices y mostrando completamente el viaje interior de destrucción moral de su personaje. Es la esposa quien acarrea mayor carga ética, no sintiéndose culpable por las víctimas, si no por si misma, por sus propias frustraciones. Su idea de negocio puede entenderse como una cierta venganza hacia su marido, e incluso ante las mujeres que se relacionan con hombres casados. En la parte final se añade una nueva vuelta de tuerca moral, que tendrá también que ver en el desenlace de la historia; desde luego la psicología del personaje es riquísima, y se queda para el espectador el sacar las propias conclusiones.

No hay que dejar muy atrás a Sadao Abe, un actor que suele participar como secundario simpático y que esta vez se convierte en un improbable gigoló, gracias a su aspecto bienintencionado y sus palabras sutiles. El viaje moral de su personaje es diferente al de su esposa, con algunos ataques de culpabilidad, pero también con el placer de sentirse amado y deseado, y capaz de conseguir vidas nuevas después de sus propios fracasos profesionales.
Entre el resto de personajes nos encontramos con Rena Tanaka (Gegege no Kitaro), Tae Kimura (Tokyo Island), Sawa Suzuki (Tokkan) o Tamae Ando (Phone call to the bar), además de algunos casi cameos de Teruyuki Kagawa (Tokyo Sonata) o Yusuke Iseya (Memories of Matsuko).

A pesar de algunos momentos de comedia negra, la película se mueve más en el terreno del drama personal, y si la historia es apasionante, visualmente es cautivadora: maravilloso el trabajo del director de fotografía habitual de Kitano, Katsumi Yanagishima, especialmente en las escenas nocturnas.

Quizás pesen un tanto esas dos horas y cuarto de metraje y ese ritmo tranquilo, pero desde luego se trata de uno de los títulos imprescindibles de la producción japonesa del año pasado, y no es de extrañar que apareciera por meritos propios en un buen puñado de listas de lo mejor del 2012.

8´5 de 10

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